Reconstruyamos Alejandría

¿Cuál fue la idea de la famosa biblioteca de Alejandría del siglo III antes de Cristo? Almacenar todos los libros del mundo en un sólo lugar. En aquellos tiempos fue una tarea difícil, pero en la actualidad existen condiciones para reconstruirla de una forma mucho más sencilla: con Internet. ¿Nos dejarán hacerlo?

Tú con varias personas crean espacios y redes de intercambio de conocimiento. Esa gran biblioteca empieza a crecer. Pero, ¿qué pasa si la tecnología te impide hacerlo?

Internet como tal está concebido para compartir, para conectar entre sí millones de computadoras e intercambiar información. Sin embargo, las grandes compañías proveedoras de software establecen trabas para que ese intercambio sea posible:

Juanita deberías leer este libro, está buenísimo.
Esta bien, préstamelo.
No puedo, esta en mi lector. Pero cómpralo, no es caro, cuesta sólo $5.

Un lector es un dispositivo electrónico desde el cual puedes comprar libros digitales en una tienda virtual, algunos a muy buenos precios. ¿No es una buena alternativa? Veamos:

Para poder acceder a estos libros, tienes que comprar este lector y tener una tarjeta de crédito. Una vez que lo compras, te dan una copia, a la cual solo tú puedes acceder. No puedes prestarla, modificarla o imprimirla, como siempre hicimos con los libros de papel. Así que, si compras un libro, no podrías compartirlo en la gran Alejandría. En realidad tu estás pagando por una visualización no por el libro. ¿Cuál es el problema?

El problema es que las empresas quieren que el conocimiento siga privatizado también en la era digital, cuando sería mucho más barato y sencillo compartirlo que cuando había que imprimirlo en papel.

Algunos afirman que al ofrecer dispositivos y libros baratos es una forma de democratizar la cultura. No es así. ¿Cuál es la mejor forma de fortalecer y crear más conocimiento? Que te permitan el acceso abierto a él. Es la única forma de aprender y generar a su vez más conocimiento. Pero, ¿qué quiere decir acceso?

La definición de la periodista argentina Sandra Crucienelli es perfecta para este contexto: Acceso no quiere decir que solo te permitan ver algo (un libro, una noticia), sino que te permitan: modificarlo, repartirlo y visualizarlo desde cualquier plataforma.”

Al comprar libros en tiendas privativas esto no sucede porque:

  • No tienes varias alternativas, solo una tienda que te ofrece los libros.
  • El lector lo puedes usar sólo para leer los libros en su propio dispositivo.
  • No tienes un acceso completo a lo que estás comprando, te establecen una serie de condiciones de uso de ese material. Tus hijos, por ejemplo, no lo podrían heredar.
  • El artista cede sus derechos a grandes compañías y son ellas quienes lucran con este conocimiento.
  • Te obligan a someterme a su plataforma, formatos y dispositivo para poder leer el libro.
  • No te dicen qué hace ese dispositivo con la información que recopilan de vos, como el acceso a tus gustos literarios o a tus compras.

Todo este control y las prohibiciones de compartir se establecen a través de un sistema de encriptación llamado DRM, siglas en inglés de “digital rights management”, que significa “gestión digital de derechos”.

Compañías como Microsoft, Sony, Apple usan este sistema para la venta de música, imágenes, películas y libros. Incluso Microsoft lo vuelve parte de su sistema operativo en programas como Windows Media Player.

En la página de Adobe se explican las ventajas de este sistema. Se habla de motivos de seguridad y los daños que puede causar una copia ilegal. Se menciona que el control se lleva desde que se vende el disco hasta el dispositivo del hardware sobre el que se está leyendo el material.

Según la exposición del activista digital ecuatoriano Andrés Delgado que puede ser revisada aquí:

Permiten a los poseedores de derecho de autor controlar lo que los usuarios pueden hacer con los archivos digitales, es decir: bajo qué circunstancias pueden acceder al archivo, cuántas veces, por cuánto tiempo y en qué plataforma.

Esto está amparado por la Digital Millennium Copyright Act de 1998 (DMCA) que es el Acta de derechos de autor digitales del milenio. Se establece, entre otras cosas, que se sanciona la producción de tecnología que permita evadir la protección del copyright. Es decir, que si alguien produce algún dispositivo que permite acceder libremente a los juegos de videos, música o los libros electrónicos de una tienda virtual privativa está cometiendo un delito.

¿Qué alternativas tenemos?
Consolidar un sistema alternativo de producción de conocimiento. En el cual los artistas vivan de su trabajo y lo pongan disposición de la sociedad para que la cultura crezca.

  • Apoyemos proyectos de artistas y editoriales alternativas que ya empiezan a compartir materiales de una forma abierta. ¡Utilicemos sus producciones! Que sea libre no quiere decir que sea gratuito, si revisas los proyectos alternativos, éstos tienen modelos de negocio rentables que les sostener su trabajo.
  • Promover el uso de licencias abiertas, como Creative Commons.
  • Denunciar estas prácticas, si más personas nos unimos más seremos quienes ejercemos presión para cambiar esta realidad.
  • Utiliza tecnología libre que no viole tus libertades.

Conoce algunas iniciativas que ya están promoviendo el acceso al conocimiento:

Bibliografía
http://es.windows7sins.org/
http://www.alphr.com/news/internet/245859/q-a-microsoft-defends-return-to-drm

Reconstruyamos Alejandría

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